Fiscalidad de dividendos

La tributación sobre los dividendos ocurre con la incidencia de los impuestos sobre los dividendos pagados a los accionistas. Estos montos surgen de las utilidades de la empresa que se autorizaron a distribuir.

Brasil es uno de los únicos países donde existe una exención de estos impuestos y, su adopción, está frecuentemente en la agenda. En 2020, por ejemplo, volvió a ser tema por el déficit en las cuentas públicas y una de sus soluciones vista por el ministro de Economía Paulo Guedes.

Impuesto sobre dividendos: cómo funciona

De las operaciones de una empresa se obtienen ingresos y sus costos, que son parte de sus actividades. Las ganancias existen cuando los ingresos son mayores y parte de estos montos pueden ser distribuidos por quienes aportan su capital.

Esta tributación genera el recibo de estos beneficios distribuidos por la empresa al accionista. En este caso, se trata de un impuesto sobre la renta que recibe este agente.

Como ocurre con los impuestos sobre la renta, en muchos países la tributación de esta renta se realiza de forma progresiva, tabulada y descontada en la fuente. Quienes reciben más dividendos pagan una proporción mayor de este impuesto.

En los Estados Unidos, por ejemplo, los impuestos varían desde rangos exentos en acciones preferidas hasta el rango del 37% para dividendos sobre acciones ordinarias.

Ventajas y desventajas

La fiscalidad de los dividendos se debate constantemente en diferentes países. Una de las razones se debe a la doble imposición, ya que las empresas normalmente tributan y esto ya reduce el beneficio a distribuir.

Esta fue una de las razones por las que Brasil se convirtió en uno de los países en no gravar estos ingresos, según cambios en la legislación y desde 1996.

En el caso brasileño, existe una tributación sobre la utilidad neta de la empresa a través del impuesto a la renta (IRPJ) y contribución social (CSLL).

Los argumentos a favor de la tributación buscan separar la empresa del accionista, separando las responsabilidades e impuestos de cada uno.

Además, los impuestos sobre los dividendos pueden promover el mantenimiento de las ganancias de la empresa por inversiones en sus actividades al desalentar la distribución de las ganancias.

Los argumentos en contra, sin embargo, apuntan a la doble imposición y al desincentivo dirigido a la inversión en empresas.

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